viernes, 17 de abril de 2015

Artículo de opinión: 'Las cloacas de España'.


¿Quién le iba a decir a los dirigentes de Roma que su gran Imperio desaparecería? ¿Quién le iba a decir a Grecia que su hegemonía acabaría por desaparecer? Podríamos formular estas preguntas desde un punto de vista moderno: ¿quién no les dice a esa generación de ‘señores con corbata y cartera’ que el ‘tinglado’ que tienen montado acabará por consumirse? España es un país con una tradición democrática bastante joven. Nos hacen creer que los pilares sobre los que se asienta la Democracia son sólidos, y es mentira. Ustedes saben que, cuando bajo los cimientos de un edificio concurren gran cantidad de cloacas, ríos subterráneos y otro tipo de canalizaciones acuáticas con el paso del tiempo esos cimientos acaban por estropearse, corromperse, y requieren un arreglo urgente. Pues algo parecido ha pasado con la gran mayoría de los políticos en España. Las ‘corrientes de sobres negros’ que circulaban por 'los subsuelos' de cierta sede política, el caso de los ERE, el asesoramiento a ‘ese país’ que sufre la opresión de un camicace, el uso de asociaciones con el fin de evadir el pago de impuestos… ¡¡ESTAMOS RODEADOS!!.

La sociedad está harta y cansada de esta generación política. Es cierto que, existen personas con iniciativas muy interesantes, transparentes y claras que podrían tener una buena acogida entre nosotros, pero son individuos ‘marcadas con una cruz en la espalda’ por culpa de todos aquellos que no han ejercido sus funciones como los ciudadanos deseábamos en las urnas, y ‘pagan justos por pecadores’. Estas nuevas forma de ver la política, como propone algunos nuevos partidos, nos hacen darnos cuenta que existen más caminos, lejos del populismo antidemocrático de cierto partido y el ‘estrangulamiento’ que hemos soportado durante cuatro años, y que hay esperanza.

El futuro de un país son los jóvenes. Estos, son personas con un gran espíritu constructor, innovador con el fin de aumentar el bienestar social (sin contar aquellos que viven del cuento esperando que 'llueva pan del cielo'). Es el deber de todos cuidar a este segmento de la población. Pero, ¿de verdad lo estamos cuidando, o en realidad lo usamos y adoctrinamos? Discúlpeme atento lector pues no intento incriminarlo a usted. Con ello me refiero a quienes nos dirigen, quienes tienen desgastados los asientos del Congreso y por desgracia ‘no tienen idea de cambiar ni de sillón ni de persona que lo ocupe’. Es agradable ver como gente universitaria y no universitaria tienen proyectos de futuro que todos debemos escuchar. Pero este sentimiento desaparece cuando echamos la mirada hacia esos grupos a los que denomino ‘grupos pantalla’ que forman parte de los grandes ‘clanes políticos’.



Sí, me refiero a las Juventudes, “Generaciones del Futuro” llamadas por algunos. No nos damos cuenta pero son el ‘caldo de cultivo’ de los actuales partidos políticos. En ellas, (y es de las pocas cosas buenas que tienen) se realizan diversas actividades sociales como recogida de alimentos, o de juguetes a niños con pocos recursos económicos. Pero recordemos que no son una ONG. Lógicamente estos jóvenes forman parte de estas agrupaciones de forma voluntaria, pero poco a poco los acaparan hasta agarrarlos como ‘presas’ prometiéndoles algún día el ‘Gran Sillón’ que todos acaban por codiciar. No nos engañemos: son ‘grupos pantalla’ como bien he dicho antes. ¿Y por qué nuestros mandates necesitan de estos jóvenes para actuar?  ¿Marketing? ¿Mentira? Cada uno tendrá su punto de vista, pero lo que es algo evidente es que al final acabaremos votando a aquellos que más horas emplearán en la pega de carteles de las campañas preelectorales,  a aquellos jóvenes que entraron con una ilusión y acabarán por aceptar los ‘chanchullos de sus jefes’, y dejaremos a un lado a aquellos otros que no se venden, que mantienen firmes sus ideales y son honrados, sinceros, y luchadores.

Debemos pensar qué futuro queremos para nuestro país, o qué país queremos hacer para los jóvenes, nuestros ‘futuros’. Decidamos lo que decidamos, y hagamos lo que hagamos pensemos que no está todo acabado, que no queda mucho para que llegue un ‘nuevo tiempo’, y sobre todo, no debemos dejar escapar la esperanza  ni por supuesto la honradez. Ahora bien, ¿estamos dispuestos a cambiar y no volver a actuar como tiempo antaño cuando llegue el momento de dar el salto a esta ‘nueva época’? .

G.V.L

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