¿Quién le iba
a decir a los dirigentes de Roma que su gran Imperio desaparecería? ¿Quién le
iba a decir a Grecia que su hegemonía acabaría por desaparecer? Podríamos
formular estas preguntas desde un punto de vista moderno: ¿quién no les dice a
esa generación de ‘señores con corbata y cartera’ que el ‘tinglado’ que tienen
montado acabará por consumirse? España es un país con una tradición democrática
bastante joven. Nos hacen creer que los pilares sobre los que se asienta la
Democracia son sólidos, y es mentira. Ustedes saben que, cuando bajo los
cimientos de un edificio concurren gran cantidad de cloacas, ríos subterráneos
y otro tipo de canalizaciones acuáticas con el paso del tiempo esos cimientos
acaban por estropearse, corromperse, y requieren un arreglo urgente. Pues algo
parecido ha pasado con la gran mayoría de los políticos en España. Las
‘corrientes de sobres negros’ que circulaban por 'los subsuelos' de cierta sede
política, el caso de los ERE, el asesoramiento a ‘ese país’ que sufre la
opresión de un camicace, el uso de asociaciones con el fin de evadir el pago de
impuestos… ¡¡ESTAMOS RODEADOS!!.
La sociedad
está harta y cansada de esta generación política. Es cierto que, existen
personas con iniciativas muy interesantes, transparentes y claras que podrían
tener una buena acogida entre nosotros, pero son individuos ‘marcadas con una
cruz en la espalda’ por culpa de todos aquellos que no han ejercido sus
funciones como los ciudadanos deseábamos en las urnas, y ‘pagan justos por
pecadores’. Estas nuevas forma de ver la política, como propone algunos nuevos
partidos, nos hacen darnos cuenta que existen más caminos, lejos del populismo
antidemocrático de cierto partido y el ‘estrangulamiento’ que hemos soportado
durante cuatro años, y que hay esperanza.
El futuro de
un país son los jóvenes. Estos, son personas con un gran espíritu constructor,
innovador con el fin de aumentar el bienestar social (sin contar aquellos que
viven del cuento esperando que 'llueva pan del cielo'). Es el deber de todos
cuidar a este segmento de la población. Pero, ¿de verdad lo estamos cuidando,
o en realidad lo usamos y adoctrinamos? Discúlpeme atento lector pues no
intento incriminarlo a usted. Con ello me refiero a quienes nos dirigen,
quienes tienen desgastados los asientos del Congreso y por desgracia ‘no tienen
idea de cambiar ni de sillón ni de persona que lo ocupe’. Es agradable ver como
gente universitaria y no universitaria tienen proyectos de futuro que todos
debemos escuchar. Pero este sentimiento desaparece cuando echamos la mirada
hacia esos grupos a los que denomino ‘grupos pantalla’ que forman parte de los
grandes ‘clanes políticos’.
Sí, me refiero
a las Juventudes, “Generaciones del Futuro” llamadas por algunos. No nos damos
cuenta pero son el ‘caldo de cultivo’ de los actuales partidos políticos. En
ellas, (y es de las pocas cosas buenas que tienen) se realizan diversas
actividades sociales como recogida de alimentos, o de juguetes a niños con
pocos recursos económicos. Pero recordemos que no son una ONG. Lógicamente
estos jóvenes forman parte de estas agrupaciones de forma voluntaria, pero poco a
poco los acaparan hasta agarrarlos como ‘presas’ prometiéndoles algún día el
‘Gran Sillón’ que todos acaban por codiciar. No nos engañemos: son ‘grupos
pantalla’ como bien he dicho antes. ¿Y por qué nuestros mandates necesitan de
estos jóvenes para actuar? ¿Marketing?
¿Mentira? Cada uno tendrá su punto de vista, pero lo que es algo evidente es
que al final acabaremos votando a aquellos que más horas emplearán en la pega
de carteles de las campañas preelectorales,
a aquellos jóvenes que entraron con una ilusión y acabarán por aceptar
los ‘chanchullos de sus jefes’, y dejaremos a un lado a aquellos otros que no
se venden, que mantienen firmes sus ideales y son honrados, sinceros, y
luchadores.
G.V.L
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