Algunos economistas sostienen que la
asistencia a países pobres ha provocado perpetuar gobiernos ineficientes y
enriquecer a la clase política. Otros en cambio, afirman que esa asistencia 'ha
reducido el hambre y favorecido el crecimiento en países como Corea o Indonesia'.
El problema no reside en los beneficiarios sino en los donantes, quienes
ofrecen la ayuda a aliados políticos y no al desarrollo. Destacan los avancen
en la Revolución Verde en Tanzania y Mozambique, o las campañas para evitar la deshidratación. Cabe decir
que, desde hace 40 años que se inició la asistencia los índices de pobreza han
disminuido y los de educación y sanidad han aumentado.
En
las últimas décadas han surgido tres líneas de pensamiento acerca de la ayuda y
el crecimiento. La primera se refiere a que la asistencia no incide en el crecimiento, y
puede incluso tener un efecto negativo. Es así que se tiene en cuestión si la
ayuda y el crecimiento tienen una relación lineal sin tener en cuenta la
endogeneidad. La segunda hace referencia a que en promedio, la asistencia tiene
una relación positiva con el crecimiento (aunque no en todos los países), pero
con rendimientos decrecientes. Y la tercera y última afirma que la ayuda tiene
una relación condicional con el crecimiento, y contribuye a acelerarlo solo en determinadas
circunstancias.
Nuevos estudios inciden en que no toda la
ayuda incide de igual forma. Estos estudios están viciados tanto por razones de
fondo como por razones temporales. En cuanto a las razones de fondo está claro
que no toda la ayuda se destina a fomentar el crecimiento; también se emplea
para satisfacer las necesidades básicas alimentarias y sanitarias de una
población. Y referido a las razones temporales
muchas
investigaciones emplean datos con paneles de observaciones cuatrienales, tiempo
no suficiente como para poder medir el impacto sobre el crecimiento que produce
la asistencia. Examinada la asistencia dada en 67 países entre 1974 y 2001 se
divide en tres categorías: asistencia para socorro en casos de desastres,
emergencias y ayuda humanitaria, incluida la asistencia humanitaria. En este
caso existe una relación negativa, puesto que ante catástrofes naturales o de
diversa índole el crecimiento se reduciría y la cantidad de asistencia
aumentaría.
La asistencia de ‘pronta incidencia’.
Cabe
decir que a asistencia es mejor en países con mejores instituciones políticas y
jurídicas. En ellos la ayuda de pronta incidencia tiene rápida repercusión en
el crecimiento así como en países donde la esperanza de vida es elevada. ¿Hay límites en la capacidad de absorción de
ayuda de pronta incidencia en un beneficiario común? Sí. La tasa máxima de
crecimiento se da cuando la ayuda de pronta incidencia representa aproximadamente
el 8% del PIB, siendo ésta poco más de la mitad de la ayuda total, la cual representa
el 16% del PIB. Por ello unos países tienen mayor capacidad de absorción que
otros, dependiendo ésta de la calidad de las instituciones y la salud de la
población.
Por
último, sabemos que la sobre-asistencia ha estancado países y mantenido gobiernos
poco eficientes. Pero toda aquella ayuda destinada al crecimiento ha tenido sus
frutos. Es cierto que las limitaciones de la capacidad de absorción son reales,
pero no son un impedimento para el crecimiento, y por eso debemos centrarnos en
cómo superar estos límites y hacer más eficiente la asistencia para promover el
desarrollo y el crecimiento y dejar a un lado los discursos superfluos que no
llegan a ningún destino.
G.V.L
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